Algo que Celebrar

Escribir un texto sobre el cariño que se siente por la patria, después de haberle ganado un partido de fútbol al vicecampeón mundial (al que se le quiere y respeta: lo que hace mucho más significativa la victoria) es fácil. Lo que se demora un poco más de tiempo y toma mucho más esfuerzo es entender en términos propios y personales, de donde surge la conexión que uno puede sentir por su tierra, por el escenario en el que sucede la película de nuestra vida.

Para mí, este hallazgo fue único, como lo es la hazaña del equipo ecuatoriano. Y esa hazaña, aunque una parte mínima de mi día a día, es un símbolo que me permite conectarme con la gente que junto a mí ocupa este pedazo del planeta.

El Ecuador es un país joven, un país que ha perdido la mayor parte de su territorio en el transcurso de su vida. Fue un ayllu, una real audiencia, un departamento del sur, la república que fundó un venezolano, un lejano oeste desprovisto de un lenguaje nacional. Sin embargo, en este mundo guiado por una visión eurocéntrica, nuestra singularidad hace visible a un pueblo que en otras latitudes solo sirve como el reemplazo del extra que circula por el fondo de la escena en la que los protagonistas dialogan.

El Ecuador es la ventana que muestra sus seres invisibles, nosotros, que ayer fuimos invencibles.
Desde esa ventana, que me he tomado treinta y tres años en descubrir, observo una ciudad que no es copia de ninguna otra, observo una esquina de la que conozco un centenar de historias, desde esa ventana reconozco lo mentirosas que son la imágenes con las que intentamos huir del desierto de lo real y desde esta ventana nuestro desierto andino, ubicado al norte de la capital, a veces es una fiesta.

Por eso me quiero enamorar en el Ecuador, hacer arte y hacer familia. Por eso reconozco que la gratitud que le tengo a lo humilde de nuestras obras es la clave del orgullo que me empuja a través de los malos momentos. Por eso tengo fe en la cosecha de lo que se siembra.
Hacen falta años y aventuras para quitarse de los ojos la venda del desarraigo, para empezar a contar las vidas de los que nos rodean, para empezar a crear nuestro propio idioma.

Tener patria es tener algo que celebrar.

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