El Llewyn Davis que llevo afuera

Gracias a mi compañera de casa y cantautora extraordinaria May Cheung, mientras vivía en Bed Stuy, pude acudir a varios micrófonos abiertos para poner a prueba mis canciones frente al público new yorker.

En este preciso lugar en el que May me grabó mientras tocaba (o pudo haber sido Tony, que ese día nos acompañó), en la barra me di cuenta de que al tipo que tenía a lado, lo había visto antes. Él se dio cuenta de que sentí eso y me dijo- te parece que me has visto antes, no es cierto?- por la forma en la que me lo dijo me di cuenta de que había una luz en él, algo que le hacía saber cuanto brillaba.

Se trataba de Oscar Isaac, el actor guatemalteco que logró encontrar un lugar en el dificilísimo mundo del cine comercial. Yo lo había visto unos meses antes en Ágora de Amenábar, una película increíble sobre la destrucción de la antigua biblioteca de Alejandría por parte de los cristianos (en esa época, una secta radical).

Haciendo las matemáticas concluí que en ese tiempo (finales de 2011), Oscar Isaac debe haber estado haciendo la investigación para su rol en la película de los Coen, Inside Llewyn Davis, en la que interpreta a un músico de folk que se bate con el anonimato y su talento incomparable, pero que pasa desapercibido porque no cumple con la imagen que en ese tiempo se buscaba del músico de folk (Llewyn Davis es leído como un italo-americano, cuando Bob Dylan estaba cumpliendo las fantasías de quienes buscaban un héroe realmente americano).

En cierta forma, en este video y en esta búsqueda yo soy ese Llewyn Davis. Y no me refiero solamente a mi momento pescando aplausos en un micrófono abierto abarrotado por actores y músicos aspirantes a la fama en Manhattan, sino a mi propio ejercicio artístico en Quito y en Ecuador, donde siento que no cumplo con la imagen que la gente busca de lo que se supone que es un ecuatoriano que inspira.

Sin embargo, más allá de la coincidencia y del mal sabor de boca, puedo decir que el contacto con Oscar Isaac, que terminó en un autógrafo que le pedí, dedicado a mi seudónimo de Truly Gómez (él me entendió que quería un autógrafo para Gómez que dijera "truly, Oscar Isaac") me dio un extraño tipo de fe que ninguna otra de mis experiencias en Estados Unidos me dio.

Oscar Isaac, así, a treinta centímetros de distancia, me permitió la imagen de un latino que podía encontrar su valor en el sistema de imágenes que es a la final el lenguaje cinematográfico y el mundo del espectáculo. No sé si han notado, pero Oscar Isaac tiene una nariz que es muy parecida a aquellas que encontramos con abundancia en nuestros rostros mestizos acá en Sudamérica. Ese tipo de nariz que mucha gente opta por disimular con una operación estética. Esa misma nariz era la que hacía que Oscar se viera tan atractivo, tan dueño de sí mismo.

La canción que estoy tocando en este video se llama The Gathering Song. Está inspirada en los pot lucks que hacíamos con los amigos gringos en mis años de la licenciatura. Extraño esas fiestas, los amigos y la compañía. Ninguna obra de arte se fabrica para consumirse en soledad. La cultura solo vive cuando conecta, cuando vincula.



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