El Quish (no el Kitsch) de Delfín: un nuevo camino para el arte ecuatoriano

El Pop Art hizo que Estados Unidos adquiriera una identidad en el mundo del arte, hasta entonces, dominado por Europa. Teniendo en cuenta que, después de la segunda guerra mundial, el corazón de las artes pasó de París a Nueva York, a mí entender, fue una necesidad para los americanos, encontrar lo que hacía que su identidad pudiera ser representada de forma artística, como nunca antes. De nuevo, desde mi perspectiva, la genialidad de artistas como Andy Warhol fue darse cuenta de que si es que Europa los veía como un país en el que la cultura estaba por debajo de su naturaleza industrial y de su poder comercial, ellos tenían la posibilidad de abrazar esa identidad y convertirla en algo que los diferenciara.
Estos días, el debate sobre el valor de la obra de Delfín Quishpe ha servido para evaluar la forma en la que nosotros hacemos las matemáticas de nuestros valores culturales, aquellas que rigen la vara con la que medimos nuestras manifestaciones artísticas. En nuestro caso, quizá por una influencia eurocéntrica, tendemos a comparar el trabajo de nuestros connacionales con lo que consideramos es la capacidad europea de sublimar la vida. Esto es especialmente visible en el ámbito del cine, en el que se ha tratado de ubicar a nuestro cine como un cine de autor, haciendo así un pequeño homenaje a la nueva ola francesa. Lo cual tiene su valor y su espacio en la discusión sobre nuestra capacidad de construir estéticas y discursos formales a través de las artes.
Sin embargo, por un afán de búsqueda de contacto entre lo que considero es una burbuja de autores a los que no termino de conectar con mi realidad más próxima, este barrio que resume varias versiones de clase media, creo que en el caso de Delfín Quishpe podemos encontrar una pista que sirva para destrabar nuestro sistema de relación con los espacios de la cultura.
Lo de Delfín no es Kitsch, es Quish, para decirlo de una forma más creativa, mantiene un sentido de autoría. Su decisión de hacer un cover de una banda generalmente reservada para una población más urbana que la que Delfín representa, significa un hito que quiebra un momento en el que parecían estar estancados los gustos de esa población citadina a la que le gusta pensarse cosmopolita.
Delfín hace pop, un pop que convoca a suficiente público como para que su actividad sea sustentable. Tiene en cierto sentido una lógica industrial, una forma de configurar su proceso metódica y efectiva. Lo que me ha llevado a conectarlo con el espíritu del Pop Art.
La chispa de esa conexión la hice cuando, encontré en Hyperallergic, un blog de arte brooklynero, la frase "what is mine is yours" definiendo el ethos del pop art.
Esto quiere decir, con este interés por encontrar nuevas formas de unir los puntos, que quizá nuestra identidad artística diferenciadora tiene que ver más con lo que compartimos (y esto es lo más difícil de aceptar/ubicar en el centro de la conversación) que con lo que nos diferencia: nuestra identidad mestiza.
Para Andy Warhol era la sopa Campbell y para nosotros era Cuando Pase el Temblor de Soda Stereo, pero faltaba que alguien se animara a hacer una versión bidimensional y saturada de la misma.
Gracias Quish, diste en el blanco.


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