Beta Score: Estación Polar (5/5)




Quería contarles que Estación Polar es el mejor documental ecuatoriano sobre música que he visto.

No he visto demasiados. Nos hace falta hacer más.

Estación Polar (Ecuador 2018/80 minutos/en castellano) que se estrenó en el festival EDOC con gran acogida, dirigido por David Holguin, skater profesional, modelo y cineasta, que fue parte de la generación de quiteños que hicieron de la pista de skate en el parque La Carolina, un hub cultural, nos ofrece una visión bien narrada, del devenir de su generación, a través de la historia de la banda ambateñoquiteña Mamá Vudú.

Ambateña de origen, quiteña por adopción.

Los Mamá Vudú, para quienes hemos estado consumiendo (y produciendo) rock alternativo en Ecuador, fueron un nombre que apareció en el costado de otros más sonados y mejor ubicados. Es ahí donde reposa la grandeza de su historia. Mamá Vudú, compuesta por Edgar Castellanos, Roger Ycaza y Álvaro Ruiz, en su formación más reconocible, pero que también incluyó en distintas épocas a Francisco Charvet y Franz Córdova, es una banda de jóvenes muy berracos que pese a estar al margen del establishment, empujaron tan duro y con tanta creatividad/talento que lograron superar a quienes tuvieron eclipsándolos.

Tal fue su determinación, que me recordó a la historia de muchas familias que han llegado a Quito, desde las provincias, para recordarles a los capitalinos que las cosas se pueden hacer con más empeño.

Me encantó que nunca cayeron en la trampa, tan repetida (como un mantra) de que la actividad artística o cultural está condenada a ser un mero hobbie: algo que no puede producir valor.

Este es el punto trascendental que transmite el ímpetu de los Vudú y la voz autoral de Holguín.

Mi teoría es que en la metrópoli se da un fenómeno en las clases pudientes:

al observar que se puede vivir de la renta de los bienes inmuebles, lo cual es uno de los privilegios de los habitantes más afincados en todo tipo de centros urbanos en crecimiento,

desafortunadamente,  se vuelve más posible, que se pierda la capacidad de creer en los sueños.

(Sin sueños, se pierde nuestra humanidad. Los Vudú tienen el sueño de convertirse en una banda trascendente en el país y en la región.)

En contrapartida, los artistas, por estar sometidos a la vulnerabilidad que implica nuestra línea de trabajo, como explica Edgar en una parte del documental, nos volvemos capaces de identificarnos con quienes vemos que se encuentran en los sectores más frágiles de nuestra sociedad. Podemos sentir la pobreza, desarrollar solidaridad y un deseo genuino de cambiar las cosas.

Lo cual puede generar una fuerza y una determinación como la que muestra este trío de músicos, que a lo largo del documental se erigen con sus propias distintivas personalidades. Holguín construye unos personajes bien dibujados. Así, mientras Roger ofrece una nostalgia emotiva, Edgar aporta un humor sagaz y Álvaro responde con su decidida furia.

Construyendo la narrativa con una mezcla acertada de testimonios de actores claves (es impresionante el abanico de miembros de la generación X ecuatoriana que logra cubrir Holguín); complementados por una representación impresionista de la geografía de la pista, como núcleo de un movimiento cultural que sirve para entender la ciudad quiteña en el proceso de expansión que la convirtió en la metrópoli que es hoy; y con el valor añadido de la sinceridad y cercanía del tono con el que David logra insertarse en esta construcción colectiva de un ethos que le dio forma a la juventud en Ecuador (podemos escuchar la voz de David intercalarse con la de Roger en la entrevista), Estación Polar se convierte en un objeto cultural, tanto como en un producto pop art de alto valor pedagógico y hasta de entretenimiento.

Le ayuda mucho, que la banda sonora de esta historia, la provee el genio del trío bendito del rock alternativo ecuatoriano.

En fin. Hay tantos méritos en el documental, que no quiero limitar su disfrute al transmitirles todos los giros y subeibajas que Holguín logra retratar, de una forma absolutamente fiel, sobre el trajín de quienes estamos metidos en la más difícil de las profesiones.

Vayan a verla, por dios, o mejor, vayan a verla,

Por Vudú!





Santiago Soto
06/06/2019


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