La narrativa y la consciencia (lo cinematográfico más allá del cine parte 1)

Cuando estudiaba mi maestría terminal el film and media arts en la Universidad de Temple en Filadelfia, gracias a una beca Fulbright, la única forma en la que un hombre de clase media, habitante de Cotocollao podría haber estudiado afuera teniendo en cuenta que en 2008 cuando apliqué todavía no existía en programa de becas del gobierno, conocí en una de las clases a un profesor que me introdujo a la idea de los estudios de la narrativa o narratología, el catedrático Jeff Rush.

En su clase, que se llamaba Análisis de Escenas, estudiamos detenidamente la construcción de las tensiones dramáticas que articulan una narración cinematográfica, lo que me resultó muy útil como guionista, área en la que me especialicé al escoger una carga superior en esta actividad así como fui organizando mis tres años en aquella universidad.

Como saben, el ámbito laboral en el mercado del cine tiene limitaciones, en cuanto, esta industria está ubicada en un territorio geográfico, pero sobre todo simbólico, desde el cual se piensa la mayor cantidad de contenidos que se consumen globalmente.

Lo que hace que uno, como cineasta y guionista en un país remoto y periférico como es el Ecuador, tenga la posibilidad de entender la labor fílmica con cierta distancia que, de forma contraria a la fuerza gravitatoria de la industria, permite pensar lo cinematográfico independientemente a las fuerzas del mercado y a la inercia de las teorías aplicadas de manera estandarizada en la construcción de narraciones.

Esto quiere decir que, desde mi regreso al Ecuador, he podido pensar al cine vinculado con áreas ajenas al entretenimiento (sin restarle valor a esta aplicación) y que están relacionadas con las problemáticas que la vida en Cotocollao hace sensibles.

De esta manera y como una especie de reflejo de cineasta en aspectos de la vida cotidiana, encontré ciertas semblanzas en el análisis de las escenas que hacíamos en clase, con mecanismos que afectan las relaciones humanas afuera de la pantalla, que no son guionizadas y que tienen que ver con la forma en la que las personas construimos estás narraciones para entender nuestros roles y los de los demás en la vida con la comunidad.

Lo que quiero decir es que empecé a detectar la forma en la que la gente entiende y se relaciona con el resto a través de narraciones que están ubicadas o que dibujan la consciencia (no confundir con conciencia).

La consciencia es algo que sigue siendo misteriosa para la ciencia en cuanto reposa en un lugar indeterminado de nuestra biología que aún los estudios médicos de la psique no han logrado definir con totalidad. El lugar en el que se establece la noción del yo, la parte de nuestra mente que nos convierte en seres conscientes de nuestra existencia es un tema que puede pensarse, entonces, desde diferentes perspectivas y una de esas es aquella a la que podemos arribar desde el cine.

El séptimo arte, en su aspecto más lúdico, está armado de procesos que hacen que una audiencia pueda disfrutar de una narración en base a la relación que una película hace entre nuestro yo (incluyendo la consciencia corporal) y una imagen asentada en el celuloide (o cualquier otro soporte digital).

Puede ser que este contacto con el lenguaje cinematográfico haya constituido un primer acercamiento del ser humano a una forma de entender el tiempo, la memoria y la representación, de manera que el papel que juega lo narrativo en la construcción de la consciencia arroje nuevas luces sobre nuestra naturaleza, nuestra sicología personal y también nuestra sicología sistémica como comunidad y como especie.

Lo que más me inquieta de esta forma de pensar lo sicológico desde el cine es la idea de los roles que como guionista he llegado a entender de una forma esquemática, en tanto los personajes que cuentan una historia solo funcionan a partir de la relación que tienen con los demás, lo que permite transmitir un sentido de narrativa a la mente de la audiencia partiendo de la forma en la que la mente del escritor entiende las relaciones humanas.

Fenómenos como el racismo, el sexismo, el clasismo, la intolerancia religiosa y en sí el gran reto de mejorar la salud mental de la humanidad, parecen necesitar de nuestra atención urgente. Cada vez sufrimos de una mayor confusión al momento de pensar los estallidos de violencia, tanto personal como social a través de las herramientas con las que nos acercamos a estos temas convencionalmente.

Pensar en los sicológico, desde lo narrativo (algo que forma una parte importante del sicoanálisis como sistema de pensamiento) pero también desde los cinematográfico, podría tener un gran potencial terapéutico para atender las necesidades de salud mental de la gente más allá de los fármacos, que nunca están libres de efectos secundarios.

Estoy cada vez más convencido de que la salud mental se ha vuelto más importante, en esta era en la que nuestros cuerpos van librándose de los trabajos físicos más pesados, lo que ha traído como un efecto secundario no-deseable, el que nuestras mentes tengan que realizar cada vez más trabajo. Lo que puede introducir dificultades en nuestras relaciones personales y profesionales.

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