Venom: Carnage liberado (comentario) 2.5/5


El lunes terminé yendo a ver Venom: Carnage Liberado, en el Multicines del Condado. Intercambié por puntos la entrada.

Me sentí liberado.

Tenía tantas ganas de ver esta película que me he sentido culpable, porque no he podido ver las películas ecuatorianas de este año: Sumergible, Tayos, Gafas Amarillas, Sácame a Pasear; todas de amigos o colegas conocidos de la U.

Venom es una película producida por el mismo actor que interpreta al personaje principal Eddie Brock, el actor Tom Hardy. Es una segunda entrega de esta franquicia derivada de Spiderman, y que forma parte de la corriente de los 2010s en la que vimos a los villanos tomar el rol del héroe, como empezó con Maléfica, y que incluyó a la mismísima Joker, pasando por Birds of Prey e inclusive la más reciente Cruella.

Estas tendencias son parte de la industria Hollywoodense y sirven para refrescar los personajes de los cuales aprovechan los derechos de autor, para poder seguir siendo el epicentro de la cinematografía en el mundo, si bien, ya desde inicios de este siglo, con claras dificultades para decirse a sí misma una industria en la que lo artístico y el entretenimiento tienen el mismo valor, ya que los grandes autores del nuevo Hollywood, Spielberg, Scorcese, Copolla, fueron dando paso desde los años noventas, a un conglomerado mediático que se comporta más como un pulpo que como un grupo de artistas.

Habiendo dicho esto, la capacidad que tiene su maquinaria, de engancharnos en el consumo de sus franquicias, ha tenido que hacer uso de la gran fuente de contenidos que es, el universo de los cómics, famosos ya, por ser un tipo de ficción muy eficaz en lograr que sus lectores se enganchen, con mecanismos que van desde la portada, hasta la explotación del sexo y la violencia, así como las técnicas narrativas, que incluyen los ganchos y el dejar pendiente la narracion de la resolucion de las historias, para poder contar con una base de clientes estable, que sostenga estas producciones seriadas.

Venom, en los cómics, es uno de los villanos más fuertes, si es que evitamos los súper seres del universo tipo Thanos, que van más allá de toda lógica. Es un personaje cuyo poder es construido por la ficción de un parásito que posee a la persona y que a forma de baba negra, cubre su cuerpo para volverla musculosa y provista de extensiones de sus extremidades que crecen a voluntad, y que le dan al personaje la capacidad de desplazarse como una araña. Es una especie de hombre de caucho con dientes de serrucho y ojos de mosca. Lo cual le hace muy impresionante a la vista.

En esta ocasión nos encontramos a Eddie Brock, viviendo con su parásito, en un departamento en el que tiene que guardar gallinas, en caso de que Venom necesite comer cerebros, dado que le ha prohibido que devore personas. 

Eddie es una especie de divorciado, o mejor dicho un soltero cuyo compromiso se vino abajo por su incapacidad de valorar a su pareja Anne Weying, que con la decepción y pese a estar fresca con la presencia del parásito alienígena, ha decidido seguir con su vida, y aceptar la propuesta de su nuevo novio, interpretado por este actor fantástico que yo ubico por la serie Veep, Reid Scott, que interpreta al Dr. Reid Lewis.

En ese escenario, y como nos tienen ya acostumbrados los estudios desde la década pasada, se aprovecha para mezclar géneros cinematográficos comerciales, de nuevo, con la intensión de refrescar las fórmulas. Así, esta comedia romántica que sucede entre estos tres personajes, basada en el hecho de que Eddie es un hombre rudo e imponente, pero incapaz de navegar las sutilezas de la inteligencia interpersonal, tiene que conceder que sus prejuicios en contra del tipo de hombre que el Dr. Reid representa: medio metrosexual, sofisticado y correcto (la misma fórmula que se usa en Guerra de Papás), no le dan el derecho de irse por encima de la decisión que el personaje de la mujer, interpretado por la fantástica Michelle Williams, ha tomado. 

El plato fuerte de este film, sin embargo, era poder ver a Carnage, un ser terriblemente procaz, que es dibujado en los cómics, usando un color rojo que evoca a la sangre, parecido a Venom, en su lógica de parásito que cubre el cuerpo de su anfitrión, pero dotándole de una textura que parece el cutis de Freddie Krueger. Con riesgo a equivocarme diría que tanto Freddie como Carnage, forman parte de un grupo de creaciones de ficcion que llevaban lo grotesco a un nivel exacerbado, con la intensión de que su presencia generara gran interés de las audiencias, esto es, en sus espacios originales, las pelis de terror, y los cómics de superhéroes, respectivamente. 

Y la fórmula funciona. De igual manera que somos llamados a querer ver películas en las que muertos vivientes dan tanto asco como producen deseo morboso de observarlos, en este caso, querer ver a Carnage cometer sus actos terribles y sanguinarios, se vuelve el mecanismo principal de atracción de esta película, especialmente mezclando la parte digital, el personaje extraterrestre, con el muy humano, pero igualmente perturbador Woody Harrelson, que interpreta a Cletus Kassady, y que se inmortalizó como un actor capaz de interpretar a un asesino, con la conocidísima peli de los años noventa, Natural Born Killers, de Oliver Stone.

Así, estas películas de villanos que se tornan en héroes, y que utilizan el universo de los cómics, como fuentes de ideas de las cuales extraer personajes y argumentos con los cuales mantener la industria, también pueden utilizar íconos de lo que fue el llamado cine independiente de los años noventas (movimiento duramente afectado por las revelaciones de los abusos de Weinstein) para atraer a públicos que quizá se sentirían demasiado distantes del mundo de los cómics, o que podrían interpretar sus contenidos como propios de nerds, desprovistos del aura artística que casi siempre se quiere asociar con el cine.

A media película me sentí un poco arrepentido de haber entrado a verla. Esto se debía en parte al contexto en el que esta película había sido producida y era entregada, el de la pandemia. Y no solo eso, sino también el de una crisis no solo económica, sino social, de tal magnitud, que ha llegado a oscurecer el horizonte de la humanidad, en la experiencia personal, individual, desde la cual yo intentaba disfrutar del asistir a ver un film, en un centro comercial, tratando de olvidarme de los problemas, que abundan tanto en el espacio de la cotidianidad.

Venom, Carnage liberado, en ese sentido, se permitía un tono, que pasaba de lo estético, a lo espiritual y que me hizo pensar que en la voluntad sádica y cínica de hacer este tipo de películas en un tiempo de por sí, ya sádico y mortal, excedía aún el permiso expresivo que le otorgamos al cine de entretenimiento con tal de que nos haga olvidar por un momento, de las cosas que nos cuesta procesar. 

No podía evitar pensar en la similitud que existe en este momento específico de la cultura, con la triste y desoladora realidad que produjo la explosión del llamado Cine Negro, o Film Noir, en el que el retrato de la sociedad, con un pesimismo desolador, le dio forma a un pedazo muy importante de la ficción cinematográfica del siglo veinte y que muy de niño, en los años ochentas, me hacía sentir muy mal, cuando entraba en contacto con ella. 

Es decir, que el regreso de unos tiempos realmente oscuros, y no solamente artificialmente oscurecidos, como eran aquellas películas de la estética de la violencia, de los años noventas, ejemplificadas por el cine de Tarantino, se vuelven bastante difíciles de aceptar, para audiencias que hemos estado acostumbradas a esperar del cine, así fuera por sus proezas técnicas, un tipo de evidencia de la capacidad humana de superación y en este caso específico, de cura, de grandes males, como puede ser una pandemia. 

Santiago Soto 

19 de Noviembre de 2021

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