La U en la Liga

Mi papá me inculcó el ser hincha de Liga, pero para mí ha sido difícil entender el cariño que le tiene al equipo de su universidad empezando por el hecho de que yo nunca vi a la Liga como una institución que tuviera algo que ver con la universidad. Me parecía que ambas identidades le pertenecían a espacios muy diferentes de la ciudad y de la sociedad en esta ciudad.

Ayer tuve la oportunidad de encontrar el vínculo que junta a estas dos identidades tan contrapuestas en mi experiencia como quiteño. Me encontré con Marco Moreno, uno de los jugadores más recordados de los primeros tiempos de Liga, de ese año en el que ganaron su primer campeonato, el sesenta y nueve.

Marco Moreno me supo ubicar en un Quito muy distinto al que yo experimenté. Ese Quito del que habla mi viejo, en el que la universidad servía como un centro, como un núcleo de entusiasmo y orgullo. Por mi cercanía con la experiencia universitaria en Estados Unidos, entendí que la universidad de mi papá, en su momento, en ese Quito de finales de los sesentas tenía algo de ese espíritu universitario americano que tantas veces es celebrado por nuestra cultura globalizada.

Liga era efectivamente el equipo de la universidad, de una universidad que pujaba por construir una ciudad en todos los ámbitos, incluyendo el deportivo y el equipo desde sus inicios se distinguió por haber nacido en ese encuentro entre el deporte como espectáculo y el deporte como área del conocimiento. Los jugadores eran estudiantes, los técnicos tenían que dar clases en la facultad de educación física.

Es ahí donde el rol de la empresa privada tiene un significado ambivalente porque de alguna manera esa visión corporativa sobre el equipo, que le ha convertido en una de las empresas más exitosas de la ciudad, no logró salvar el vínculo con la universidad, y por ende se rompió su mito fundacional que es uno de los patrimonios más valiosos de un equipo.

Por otro lado, la universidad también cambió de carácter. Así como se puede decir que la visión corporativa fue llevando a la Liga hacia el norte, la universidad, en esos turbulentos años setenta, dejó de reconocerse con su propio mito fundacional, empezó a tener un rol distinto y en algún momento la identidad de la universidad como corazón de la ciudad, dejó de ser compatible con la imagen de la misma como puerta de entrada a los jóvenes que atraídos por el crecimiento de la década petrolera, llegaron a la ciudad para hacer de esta Quito, su nueva casa.

La historia de la universidad es en cierta forma la historia de esta ciudad, que en un momento que todavía no logro identificar pasó a convertirse en varias ciudades, con núcleos colocados en distintos puntos de su geografía.

Sin embargo, ahora que se siente que vivimos en una masa deforme de calles y smog, es necesario que volvamos a encontrar el corazón de nuestra urbe. Necesitamos hacer una evaluación de ese corazón, necesitamos saber si le esta llegando suficiente oxígeno o si por otro lado, es hora de empezar a migrar, para encontrar un nuevo espacio en el que podamos formar nuestros hogares.






Gabriel Gómez de la Torre
2016/01/30

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