Bob Dylan, la brújula y el espejo roto

El mundo está cambiando. Se está dividiendo. El otrora unificador, pese a todo, sueño americano, está roto como un espejo en el que no entra Occidente, al menos ese Occidente globalizador. Ingleses y estado unidenses están atravesando una crisis de identidad y nosotros, desde el Ecuador observamos esta división sucediendo bajo nuestros pies, en nuestra región, donde dos tesis se enfrentan.

Mi generación, los denominados milenials, tenemos una gran responsabilidad en este momento, porque nuestra visión va a marcar la forma en la que nuestras comunidades asimilarán este cambio de dirección en las políticas que rigen el globo. La nuestra es una generación confundida e incomprendida. Una generación muy educada, pero con poco poder de acción. En este mundo inequitativo y desigual, los mecanismos que mueven las relaciones humanas están en poquísimas manos. Aún más si es que se los contempla desde este tercer mundo (utilizando el término en su sentido original, es decir, distinto al del estatus de desarrollo, al ser el lugar en el que ni la tesis estadounidense, ni la rusa, sirven para explicar nuestros acuerdos).

Alargando los brazos lo más posible para intentar capturar pastillas de sentido que sirvan para articular un punto inicial en la conversación sobre el rol de los milenials de esta tercera vía, en tiempos de la desglobalización, resulta útil el suceso histórico de la entrega del premio Nobel de la Literatura a un músico.

Uno de los elementos que le han resultado más complicados a las generaciones que nos antecedieron con respecto para. O prender nuestra relación con el mundo ha sido el reemplazo que ejecutó la música en el sitial que la literatura había colocado nuestro conocimiento de nosotros mismos. Para América Latina, la literatura fue un vehículo importantísimo hacia la identidad, desde la independencia hasta finales del siglo veinte. El boom latinoamericano coincide con una época en la que en nuestra América se configura una compleja y contradictoria estructura de clases medias. El Boom es el punto de encuentro de las inteligencias de nuestra región que ven en el realismo mágico una versión desde el sur de la ciencia ficción anglosajona, un intento por construir una brújula para la imaginación, para la creatividad, para la construcción de nuevas ideas.

Sin embargo, ese ferviente movimiento literario, que en Brasil está relacionado con el movimiento de la poesía marginal, se detuvo cuando el germen de Woodstock se volvió el sinónimo de la cultura juvenil. Entonces, la palabra cantada pasó a reemplazar a la palabra recitada o escrita y el inglés se convirtió, por un tiempo, en el sistema operativo que programaría el mundo posterior a la caída del muro, al fin de la guerra fría.

Hoy, se levanta otro muro, y el mapa mundi gira hacia Oriente. El Atlántico se congela y el Pacífico se vuelve un océano que convoca la búsqueda de nuevas ideas de integración mundial; la búsqueda de un nuevo experimento democrático que pueda hacerle frente al calentamiento global; la búsqueda de una nueva identidad que sirva para marcar el nuevo norte sur oriental en la brújula.

Dónde se puede empezar a buscar las ideas que le dieron forma a nuestra generación, que ahora que empezamos a ser adultos tiene que dar tremendo cambio de ruta?

La idea que tengo para ofrecerles es qué hay que empezar por la música. Es imposible entender a estos jóvenes-convirtiéndose-en-treintañeros si no se entiende las letras de lo que escuchan. Lo cual supone un reto gigantesco ya que gran parte de lo que circula en los oídos de mis contemporáneos está en lenguas que tiene sus propias sutilezas, dichos, expresiones, modismos, malas y buenas palabras.

Bob Dylan no sirve para explicar a los milenials ecuatorianos, pero sí la idea de que el sentido poético (uno de los reflejos vitales del alma humana) de este colectivo heterogéneo está dándose vueltas en un archivo digital, en un dispositivo portátil, en una colección de sound bites, que cuentan historias, millones de historias, billones de escenas, un infinito laberinto de rimas y cruces de letras. Quién puede empezar a desenredar este acertijo? Se siente como intentar aprender chino a los treinta.

Ese es nuestro idioma.

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