De dónde viene el respeto que tengo por la escritura (y la lectura)

El respeto que le tengo a la lectura y a la escritura se lo debo a mi abuela. Mis dos abuelas se llaman Inés, pero solo una de ellas se llamaba a sí misma así. La otra se llama Clemencia. Mi abuela Inés, me hacía sentir muy especial cuando era chiquito porque me decía que yo era un buen lector y que mientras siguiera leyendo tendría un buen futuro. A mi abuela le gustaba escribir. Tuvo la oportunidad de ir a una muy buena escuela y a un muy buen colegio. De grande, formó parte de la vida cultural de Quito a través de la Sociedad Bolivariana. Una vez, a mi padre, en representación de su mamá, le tocó hacer de juez en un concurso de belleza colegial. Esa es una anécdota que me sirve para entender el tipo de eventos a los que también le tocaba asistir a mi abuela. La gente de ese tiempo era muy crítica con alguien como ella. Si no hubiera sido porque utilizó su tiempo para la cultura, no se habría ganado el respeto de la gente de su vecindario. En esos tiempos había mucho interés en una visión más profesional de la vida. No se respetaba mucho a los poetas. Ese también es el tiempo en el que a esos profesionales les dio por construir casas cuadradas, que posteriormente los maestros reprodujeron y así fue como terminamos viviendo en una ciudad tan fea. Volviendo a mi historia, de la lectura y mi abuela, tengo que mencionar un suceso que interrumpió mi imagen de buen lector y que me hizo interesarme por un tiempo largo en el mundo de las imágenes, más que en el de las palabras. Cuando tenía once años, participé en un concurso de cuento municipal en la escuela. Como era muy nerd, pensé que seguro ganaría. El problema fue que me planteé un cuento tan ambicioso, que topaba un tema tan serio, que no pude concluirlo y así el papel ministro en el que escribí tres carillas (y no cuatro) de pura imaginación, no impresionó a los jueces. Desde ese momento, y por algunos años, cambié de técnica: les puse imágenes a mis cuentos y cultive un gran amor por los cómics y las películas animadas. Tanto, que en la universidad, empecé estudiando una licenciatura en animación que tuve que complementar con una en cine porque me di cuenta que no era el interés de la escuela el generar Hayaos Miyazakis, sino el convertirnos en técnicos en motion graphics y que se le daba muy poco valor al desarrollo de historias. En el posgrado dirigí mis estudios a la escritura de guiones de largometraje y así volví a tomar las riendas de mi amor por las historias. Sigo dibujando y no lo voy a dejar de hacer nunca, y también escribo canciones que las interpreto en la banda que tengo con mi hermano, que aunque son simples, son construidas pensando en el respeto que mi abuela tenía por la poesía. Ella nació hace ciento un años y murió hace veinte.





Santiago Soto

08/22/2016

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