Comer con las manos (un ensayo sobre la concentración de la riqueza)

Cuando teníamos quince años, en cuarto curso, fuimos seleccionados por el Doctor Almeida, nuestro profesor de ciencias sociales, para participar de un modelo de las Naciones Unidas, organizado por el Colegio Americano. 

Los dos más nerds del curso fuimos de paquete, pero la sorpresa fue que uno de mis amigos del barrio y compañero de curso, conocido por su rebeldía e irreverencia, se ofreció como voluntario para complementar la delegación de Croacia, país que en esos tiempos vivía las consecuencias de la Guerra de los Balcanes, por lo que estos tres ecuatorianos quinceañeros tuvimos la oportunidad de enterarnos de algunos conceptos de las relaciones internacionales que generalmente estaban reservados para los grandes.

Deberías haber estudiado ciencias políticas- dice mi hermano, al otro lado le la mesa de la casa de nuestros padres, en El Rosario, parroquia del norte de Quito, en la que desayunamos.

El Colegio Americano, fue fundado por Galo Plaza, igual que la maternidad Isidro Ayora, con el apoyo del entonces presidente de los Estados Unidos, y sucesor de Roosevelt, Harry Truman. Galo Plaza, supongo fue descendiente de los Plaza que fueron parte del liberalismo que se enfrentó con Alfaro y su general Julio Andrade, primo de mi tatarabuelo, cuyo retrato todavía ilumina el vestíbulo del departamento en el que vivió mi abuela Inés, poeta bucólica. 

En aquel entonces, nosotros ya éramos unos adolescentes totalmente asiduos al internet que en esos tiempos nos llegaba por la línea telefónica, y a la cual conectarse, requería que nadie pudiera utilizar el teléfono durante esas horas.

Con mi amigo y compañero de delegación, Galo Andrés, decidimos que el internet era el tema más importante por lo que dedicamos nuestro trabajo a escribir una resolución que hablara de la necesidad de regular el cyber espacio, un tema que en estos últimos años estuvo en la boca de Obama. 

Para nuestra decepción, cuando acudimos al modelo, que en ese tiempo se organizó en el Instituto de Altos Estudios Nacionales en la Avenida Amazonas, nos dimos cuenta que, de la misma forma que en las Naciones Unidas reales, los países pequeños (que les eran adjudicados a los colegios pequeños) tenían muy poca importancia en los debates. De hecho, los estudiantes del colegio que fundó ese otro Galo, utilizaban la delegación de Estados Unidos, para dejar en claro algo que iba más allá del objetivo de familiarizar a los adolescentes con las formas de las relaciones internacionales, y que bordeaba con comportamientos propios de una kermese en la que se intentaba mantener el protagonismo y así marcar una jerarquía. 

Nuestra resolución, que había sido trabajada con mucho esmero fue colocada al final de la agenda, no tuvo tiempo de debate y obviamente no fue aprobada.

En estos tiempos, vivimos una interrogante a nivel mundial que nos recuerda la crisis que vivió los Estados Unidos a finales de la década de los veintes. Vivimos en un mundo en el que el sistema monetario parecería escapársele a las regulaciones (por circuitos como los paraísos fiscales) y no hay mucha esperanza en los sistemas de redistribución que tratan de hacerle frente a los niveles de concentración nunca-antes-vistos, de la riqueza. Nunca, los hombres más ricos habían tenido tanto dinero.

Este es un problema para la economía, para el concepto del valor de las cosas que permite que nos organicemos como sociedad. El dinero, no es el elemento que garantiza nuestra subsistencia. Es solamente una herramienta que sirve para que podamos realizar intercambios de bienes y servicios a través de un símbolo que nos permite diversificar nuestra economía. Hay que pensar que nuestros pueblos originarios utilizaban la concha spondylus y las hojas de obsidiana, para poder comerciar con bienes que ellos no producían. Así podían obtener sal y ají, los pueblos de la sierra. 

Así, el dinero sirve como en la mesa nos sirven los cubiertos. Es decir, no es el alimento que nos da vida, pero sí un elemento importante para que podamos comer de una forma más higiénica y en estos momentos, en el mundo, la mayor cantidad de cubiertos se están guardando en bóvedas, lo que nos está haciendo volver a tener que comer con las manos, retrocediendo así en nuestras formas civilizatorias. 

Está bien comer con las manos si se quiere, pero lo que no está bien es tener que comer con las manos cuando no se debe, porque alguien se ha guardado todos los cubiertos en su gaveta. 

La crisis de 1929 fue solucionada gracias al liderazgo de Roosevelt. Este presidente, que fue el último en ser elegido pese a no pertenecer a uno de los dos grandes partidos, se hizo responsable de un país que, pese a tener (ya para 1900) el parque industrial más grande que el de las otras potencias industriales juntas (Japón, Inglaterra y Alemania), tenía que atender a gente que se peleaba por poder meterse en la panza, una papa. Como nos recuerdan las fotos de Dorothea Lang. 

El New Deal, un programa de inversión en infraestructura, empleó a mucha gente y permitió que la riqueza represada en los corredores del sistema, se distribuyera entre las poblaciones del Rust Belt (corredor de la corrosión), una parte de los Estados Unidos que históricamente favorecía las medidas de auxilio social, que solo hasta estas últimas elecciones cambió su predilección, dándole el triunfo a Trump. Sin embargo, podría argumentarse que Estados Unidos, no alcanzó el sitial de la primera potencia sino hasta que su economía se terminara de reactivar debido a los efectos de la producción industrial necesaria durante la Segunda Guerra.

La más cruel de las guerras.

Afortunadamente, desde aquel entonces, ejemplos como los de Gandhi o Nelson Mandela, nos han demostrado que la humanidad puede estar a la altura de soluciones pacíficas a conflictos muy profundamente enterrados. 

Con el acercamiento a Cuba y la reciente abstención que permitió que se llamara la atención de Israel con respecto a los asentamientos en Palestina, Obama ha tomado medidas interesantes que apuntan a la posibilidad de pensar en un mundo que no se consuma por el antagonismo a raja tabla.

A la propuesta de mi hermano, de que debería haber estudiado ciencias políticas, tuve que decirle que no, que yo creo que es necesario que estas conversaciones estén presentes en la casa de cualquier persona, sin importar la profesión o la jerarquía que la sociedad le otorgue, porque los efectos de las tensiones económicas que vive el mundo en la actualidad, pueden llegar a cualquiera de nuestras mesas. 

Así, pese a que estamos en el siglo veinte y uno, es oportuno que regresemos a ver y valoremos los elementos de nuestra vida que garantizan lo más importante para nuestra subsistencia: como es nuestra salud (física, mental y del corazón), nuestra familia, nuestros amigos, nuestro barrio, nuestra escuela, y de allí para adelante. 

A veces, lo más importante es tener con quien poder conversar mientras desayunamos, esa persona con la cual compartimos la mesa (con o sin cubiertos).



Santiago Soto
12/29/2016

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