El Norte de Quito

En el norte de la capital el espíritu de tener que seguir, es pujante. Durante muchos años este sector que albergó la promesa de la clase media se convirtió en una tierra sin norte, hasta perdió su nombre. Yo conocí muy bien ese sentimiento de querer salir de aquí.

Este diciembre, sin embargo, nos ha sorprendido con el despertar de un sentimiento de tranquilidad, pese a que sigue siendo incierto el destino de esta parte de la hoya de Quito.

Hay que saber que digo esto haciendo un esfuerzo consiente por escribir desde aquí utilizando mi conexión con este lugar para alcanzar a ver las fibras de nuestros barrios. Cómo llamarle a este sentimiento de pertenencia, a este hacerse adulto en una ciudad que se desparrama sin límites.

La humanidad del habitante del norte, tiene por un lado todavía ese sentido de clase media ochentera, con sus concepciones de lo urbano, con sus propios límites y contradicciones. Quizá es menos cosmopolita que el downtown o menos global que cumbayá, menos verde que el valle y menos obrera que el sur.

El norte habita en la promesa de un futuro incierto para estos profesionales y trabajadores, para estos automovilistas y guambras jugando en las calles. Tiene ganas de guardar algo de ese orgullo necio y hasta pedante. Pero en sus rincones, este diciembre, se siente que el ecuatoriano, que el quiteño que vive aquí, se sostiene como el jinete de un toro salvaje.

El parque Bicentenario es el corazón de este Manhattan, que está esperando de gana, que le reconozcan de afuera su importancia. De alguna manera este lugar tiene rock n roll, esa paciencia polvorienta y ese grunge post industrial tan hipster.

Solo se necesita aprender a apreciar eso.




Santiago Soto
12/10/2016

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