El día que conocí a Óscar Isaac
Cuando conocí a Óscar Isaac estaba en un open mic en el village, en Manhattan, esperando a que llamaran mi turno para tocar mis canciones. Esa noche toqué The Gathering Song.
En la barra, me paré junto a él sin saber quién era. Óscar estaba conversando con el barman y yo regresé a ver, curioso, con mi mentalidad de guionista, queriendo saber quienes eran los interlocutores. Recuerdo que me sentía muy nervioso y hasta un poco indefenso en ese lugar, en el que tantos jóvenes talentosos y atractivos probaban suerte como músicos, intentando volverse parte del colectivo de artistas que logran hacer una vida en la gran manzana.
Nos había ido muy mal con Queen Size Bed y yo había perdido casi por completo mis esperanzas de ser un performer verdadero, de alcanzar el éxito. Cuando vi a Óscar tuve la sensación de que era alguien que conocía. Traté de recordar en qué lugar podía haberlo visto. En cierta forma ansiaba encontrarme con algún rostro familiar, como cuando empecé a sentirme en casa, en el Aguijón, cuando ya me saludaba con varias de las figuras de la cultura quiteña, tan distante de ese ajeno Manhattan.
Óscar me devolvió la mirada y me dijo, con una cierta picardía y generosidad- te parece haberme visto en algún lado, no?- Yo había visto Ágora de Amenábar pocos meses antes, en donde vi a Óscar actuando por primera vez. Por un momento traté de resolver mi duda. Todavía no sabía quién era este carismático hombre que me hablaba con una cordialidad extinta entre los jóvenes artistas probando suerte en Nueva York (muchos de ellos son pricks o jerks).
Sabía que tenía que reaccionar de forma gentil e inteligente. Quería devolverle su generosidad. Cuando le pedí un autógrafo todavía no sabía quién era. Lo hice más por alimentar su energía, tan positiva. Solo unos minutos después, cuando ya me alejé, entendí que estaba con uno de los actores latinos mas exitosos de nuestra generación y que además no era mucho más alto que yo, ni tampoco tenía una nariz delgada y recta.
Le agradezco a Óscar la fe que le tengo a este oficio de exponerse frente a una audiencia.
Santiago Soto
01/20/2017
En la barra, me paré junto a él sin saber quién era. Óscar estaba conversando con el barman y yo regresé a ver, curioso, con mi mentalidad de guionista, queriendo saber quienes eran los interlocutores. Recuerdo que me sentía muy nervioso y hasta un poco indefenso en ese lugar, en el que tantos jóvenes talentosos y atractivos probaban suerte como músicos, intentando volverse parte del colectivo de artistas que logran hacer una vida en la gran manzana.
Nos había ido muy mal con Queen Size Bed y yo había perdido casi por completo mis esperanzas de ser un performer verdadero, de alcanzar el éxito. Cuando vi a Óscar tuve la sensación de que era alguien que conocía. Traté de recordar en qué lugar podía haberlo visto. En cierta forma ansiaba encontrarme con algún rostro familiar, como cuando empecé a sentirme en casa, en el Aguijón, cuando ya me saludaba con varias de las figuras de la cultura quiteña, tan distante de ese ajeno Manhattan.
Óscar me devolvió la mirada y me dijo, con una cierta picardía y generosidad- te parece haberme visto en algún lado, no?- Yo había visto Ágora de Amenábar pocos meses antes, en donde vi a Óscar actuando por primera vez. Por un momento traté de resolver mi duda. Todavía no sabía quién era este carismático hombre que me hablaba con una cordialidad extinta entre los jóvenes artistas probando suerte en Nueva York (muchos de ellos son pricks o jerks).
Sabía que tenía que reaccionar de forma gentil e inteligente. Quería devolverle su generosidad. Cuando le pedí un autógrafo todavía no sabía quién era. Lo hice más por alimentar su energía, tan positiva. Solo unos minutos después, cuando ya me alejé, entendí que estaba con uno de los actores latinos mas exitosos de nuestra generación y que además no era mucho más alto que yo, ni tampoco tenía una nariz delgada y recta.
Le agradezco a Óscar la fe que le tengo a este oficio de exponerse frente a una audiencia.
Santiago Soto
01/20/2017
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