Reflexionando sobre el Brexit desde Cotocollao

Sería muy fácil escribir estas palabras en inglés y pintar una realidad que calzase en la imagen tercermundista que mis amigos internacionales tienen para entender este contexto desde el que escribo. Es aún más sorprendente que sin necesidad de ir tan lejos estas mismas palabras se convertirían en un membrete casi tan insensibilizado en la mente de mis amigos nacionales que habitan en burbujas de confort mucho más escasas en estas latitudes, si bien igual de aspiracionales, igual de decoradas que las de quienes las habitan en los sectores ideales de nuestro planeta. 

La diferencia entre habitar los suburbios del primer mundo y entender su significado a través de las artes y el hacerlo en Quito, es que aquí, ese lenguaje, el del artista que habla del desierto de la geografía subprime en el mercado de las bienes raíces, en los barrios que no están de moda o que no sirven para imitar a Williamsburg, es que parece que el arte (y en ese sentido la reflexión) todavía no es visto aquí como algo a lo que tienen derecho los que nos caímos de la escalera hacia el progreso. 

Estaba leyendo sobre las ciudades que dieron el peso al voto de la salida en el Brexit, sobre esas ciudades inglesas en las que la globalización no llegó para repartir entradas a los conciertos de Coldplay, ni a los partidos de la Premier League, trabajos en la BBC o cátedras en Goldsmiths. El voto de esos fantasmas, ingleses y todo, si bien desatinado e inconveniente para todos, surge de la exclusión, de la falta de guía de ingreso para un mercado de talentos y marcas personales, para ser parte de la City. 

Estamos muy cerca de un proceso electoral y si es que nos faltan más muestras de lo que puede hacer el voto de los excluidos, pensemos en el bajo favor que le hizo a esta ciudad el que los habitantes de las barriadas olvidadas de Quito quisieran hacerse escuchar dándole el poder a alguien que no estaba capacitado por su experiencia de vida para entender la verdadera importancia del transporte público por encima de las necesidades de los autos que suben desde los valles. En esta ciudad hemos estado viviendo las consecuencias de ese voto desde hace algunos años y nos aproximamos a tener una respuesta que podría ser igual de decepcionante. 

Por eso es importante que todos mis amigos, que se sienten inseguros de sus posiciones en el engranaje corporativo,  reflexionen sobre todos los procesos de exclusión que forman parte de su día, al incorporar en sus decisiones, esa visión que divide a nuestra sociedad entre quienes tienen un destino brillante, y quienes tienen un destino marcado. A la final, la solución no está en los políticos, ni en las votaciones, sino en la facilidad con la que nos olvidamos de que también nosotros somos responsables de quebrar los procesos que sirven para que las oportunidades se perennicen entre los habitantes con apellidos rimbombantes.

La globalización se está enfriando, lo que significa que la autopista de los beneficios corporativos va a tener que detenerse en el semáforo, para que la gente de los barrios, cruce.


Santiago Soto

07/16/2016

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