El Abrazo Paradójico (cuento)

Mi machismo y su feminismo se mezclaron de una manera extraña. Cuando me propuso que me casara con ella, estábamos desnudos en la tina de un hotel teniendo sexo. Lo hizo mientras todavía seguíamos haciéndolo. Se quitó uno de los anillos de la mano, uno que antes había estado conmigo paseándose por California y me lo colocó en el anular y dijo: marido. Estaba diciéndolo de una manera que ingresaba a su mente con aún más fuerza que a la mía. 

En aquellos días la realidad le resultaba sobrecogedora. Había dejado de intentar transmitirme sus preocupaciones. Se hacía imposible que yo pudiera comprobar que ella era una mujer valiosa. Me había metido con una de mis compañeras de la universidad por despecho. Con una que no me gustaba, una que me ofrecía menos cariño pero más claridad: alguien que me decía claramente que yo era el hombre que ella quería. Me había metido con ella y con eso había destruído todo lo que yo tenía con Claire. 

A la vez, a ella le resultaba imposible aceptar que yo intentara ponerle un límite a su vida. El límite de la conciencia le decía yo. No puedo estar con alguien que pierde la cabeza. Era un asunto de salud. Estábamos demasiado jóvenes. Todavía podíamos encontrar a alguien que no representara una amenaza para nuestras vidas. Nuestro machismo y su feminismo se mezclaron de una forma extraña. No pude responder a su pedido de que me casara con ella, porque nunca me lo preguntó. Se lo preguntó a sí misma.







Santiago Soto
12/08/14

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