Elegía Popera

Mi amigo Edgar Paucar se avecina a cumplir su cuarta década en este lado del universo táctil. Es la única persona que conozco que algún día fue a un concierto de esos que fueron nuestros anti-héroes, la generación de gringos que afectados por la brutalidad del esquema económico que venció la guerra fría, produjeron los himnos de la anti-alegría. A diferencia de sus antecesores, esos que ahora se pasean por sudamérica repartiendo shows que ya no nos hacen falta, nuestros ídolos murieron tan pronto como fueron concebidos porque su función fue solamente la de remendar el agujero que dejó la existencia de una tesis que se opusiera a la que, a forma de monólogo, ahora nos gobierna, a todos, chinos incluídos. 

Yo peleo siempre con el riesgo de que los textos se bañen de ideología, prefiero que se empapen de sensaciones, de imágenes, de eso que nos forma. Por eso me aferro a esta imagen de los noventa. La nostalgia es un negocio que empaqueta las décadas en productos que más pronto que tarde serán reciclados. Ahora vivimos el reciclaje de esa década en la que se formó mi consciencia estética. Esta madrugada, entre sueños, aterricé en un sit-com que retrataba el paso del noventaicinco al noventaiseis en el tono de una comedia romántica. Los amantes se abrazaban como ahora lo hacen quienes disfrutan de sus hogares, más allá de las deudas y las broncas. En ese abrazo, el pop se convertía en elegía y yo soñaba con volver a mi cama en la que no estaba Helen Hunt, sino una almohada gorda que me recuerda lo extraño que es dormir solo en tus treintas. 

Se dice que la falta de oportunidades para varones de clase media hace que se sientan menos valiosos para sus cohortes y esto degenera en una escalada de violencia, que la nuestra es una lucha de clases, que la estética de nuestras colecciones de cd's piratas dice mal de nuestro futuro económico, que nunca tendremos suficiente dinero para retirarnos, retirarnos de qué, si es que en realidad vivimos en la nada. Me detengo. Recuerdo todos los amigos que están trabajando para "the man" y respiro, cuento cuantos segundos me demoro en hacer la cuentas, cuánto es veinte mil dólares al mes por un año. Me detengo, respiro, y sigo.

Después de aquella interrupción, en este cuarto párrafo que rompe el canon que me he propuesto para estas reflexiones express diarias, no quiero dejar pasar la coincidencia. Estamos, en Ecuador, viviendo precisamente los noventas. Quienes han encontrado la forma de celebrar como Paul Reiser y Helen Hunt la llegada del año que se nos avecina, en uno de esos bonitos edificios nuevos que decoran partes de la ciudad, son sujetos perfectos para que Enchufe TV los inmortalice con su sagacidad y su gracia. El resto, esta bandada de desubicados que le sobraron a los terribles años del comienzo de la anterior década, estamos listos para cumplir con nuestra misión: ser la caracha que pega la herida, con la única oportunidad de crear, quizá algo tan majestuoso como el Siamese Dream, en el proceso.






Santiago Soto
12/05/14

Comentarios

Entradas populares