Cotocollao y el calendario maya

mapas del tiempo y el espacio, desde el centro del mundo prehispánico

(ensayo)

Cotocollao, es un lugar de la comunidad de Quito, usando la figura de comunidad de Madrid, distinto. 

A modo de pastilla, les planteo esta reflexión:

Cuando pensamos en el mundo indígena, no siempre estamos hablando de lo mismo. Es decir, el abanico de reflexiones que parten del concepto de lo indígena en Ecuador y en América, apuntan a cada una de las diferentes culturas que existen en todo el continente.

Observando el caso de México, me ha parecido muy valioso el trabajo que han hecho por desenterrar su pasado prehispánico y ubicar las diferentes épocas del desarrollo de las culturas de nuestra América. Así, dentro del mundo prehispánico, además de las diferentes culturas, existen diferentes tiempos y épocas en las que se ubican identidades específicas de los pueblos.

Así, pensar en Cotocollao, más allá de su función en el escenario ya del Ecuador republicano, como un pequeño pueblo, un condado, a las afueras de Quito, y aún más allá de su rol en el tiempo de la colonia, nos da la oportunidad de empezar a buscar su relación con el desarrollo de los pueblos del continente en sus  diferentes épocas, a lo largo de nuestra milenaria historia.

Cotocollao, que es junto con Rumipamba el lugar en el que se encuentran los rastros más antiguos de una cultura sedentaria en toda la serranía ecuatoriana, tiene también como característica su cercanía a la latitud cero, y en ese sentido tiene un valor como centro estratégico de observación astronómica.

Hablando desde la perspectiva de un habitante contemporáneo de este pueblito, convertido en parroquia urbana, suele perderse la noción práctica de lo que significaba la observación astronómica. En nuestros tiempos posmodernos, desde nuestra ignorancia, cuando pensamos en los astros, pensamos en Elon Musk tratando de hacer una colonia en Marte, o de las lecturas que los astrólogos, hacen de nuestros signos zodiacales.

Ese es el rol que le ha dado la cultura contemporánea a la observación de la gran bóveda en el cielo.

Sin embargo, hay que entender que la observación de los astros, en el desarrollo de las culturas en todo el planeta estuvo relacionada con la capacidad que tenía el ser humano de ubicarse, tanto en el espacio, en la geografía, como en el tiempo, en los ciclos con los que construía sus calendarios.

Es de esta manera, que el rol del Ecuador en el mundo prehispánico, pero también en nuestro propia América contemporánea, está relacionado con lo que los viajeros que buscaban construir el mapa del espacio y el tiempo, lograban aprender en estos pueblos ubicados en el centro del mundo.

Se podría decir que mucho antes de la misión geodésica, muchos otros científicos indígenas, ya hicieron las mediciones que les permitieron a nuestras culturas prehispánicas construir sus calendarios, que eran tan solventes y precisos como el calendario gregoriano que usamos en la actualidad.

Lo que debió haber impedido que el apogeo de las culturas de América hiciera de un asiento más épico para la construcción de sus ciudades, a la latitud cero, es que el nuestro, es un territorio que por su cualidad volcánica, de tanto en tanto, obligaba a los constructores de la civilización a empezar desde cero. Como se puede observar en Rumipamba, donde los pobladores hicieron ocupaciones que se interrumpían, para volver a tener que erigirse, después de que los eventos volcánicos, lo permitieran, transcurriendo generaciones en el intermedio.

Para poder volver a fundar sus asentamientos, estos habitantes antiguos usaban a las montañas, verdaderas deidades de esa época anterior a la entronización del sol como símbolo máximo, para poder encontrar los lugares en los que sus antepasados dejaron sembrando su cultura.

Hay otro elemento, que me ha llamado la atención, con respecto a Cotocollao y es su condición de sitio de paso hacia la costa. Esto fue algo que logré construir por el conocimiento que adquirí gracias a la familia de mi novia, de la existencia del llamado camino del inca, es decir, la antiquísima ruta prehispánica (anterior aún a los incas) que conecta Cotocollao, con Nono y en sucesión con Nanegalito, y los demás pueblos por los que venían los viajantes, que comerciaban los bienes del mar, con nuestras poblaciones andinas. 

Además de esto, y ya haciendo conclusiones que parten de mi deseo de imaginar el rol de esta cultura en el contexto más amplio de América prehispánica, hay que anotar que la llegada a la costa también significaba el inicio del viaje, por el océano, hacia otros destinos, entre los cuales se encontraba mesoamérica.

Cuando a finales de los años setentas, en medio del boom de crecimiento urbano que experimentó Quito, gracias a las rentas petroleras, cuando se construyó una gran cooperativa de vivienda, al noroccidente de la Iglesia de Cotocollao, y se descubrieron 800 osamentas humanas que pudieron ser ubicadas en el tiempo entre los años 1500 y 500 a.C. se presumió que el fin de esos mil años de ocupación estable de Cotocollao, por parte de esta cultura sedentaria y organizada, debió haber estado conectado con la erupción del volcán Pululahua, lo que habría enviado a estos pobladores hacia el Oriente, a través de Papallacta, hacia la selva. 

También es posible que en ese momento clave para la formación de las culturas de la antigüedad clásica en Mesoamérica, los habitantes de estos pueblos en la latitud cero, se hayan trasladado, hacia la costa, y por viaje marítimos hacia los actuales países de centroamérica, como Guatemala y México.

Trasladando consigo el valiosísimo conocimiento astronómico que se podría haber obtenido después de mil años de observar el cielo desde Cotocollao.

Podemos haber sido parte de los elemento culturales que permitieron a las culturas de toda América, poder trazar sus mapas tanto geográficos, como temporales, sus calendarios y por ende, sus formas de establecer los vastísimos imperios que solo conocieron su ocaso, cuando el encuentro con Europa, los condenó al caos producto de la llegada de una peste, que solo ahora en tiempos del CoVid19, podemos entender, en su capacidad de desestabilizar las sociedades aún más organizadas.

Santiago Gabriel Soto 

29 de Septiembre de 2020

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