La ciudad relacional y el acceso

(ensayo)

Quisiera escribir este texto con miras a abrir una conversación sobre ideas sobre privilegios.

A los 20 años yo ya empecé a trabajar desde la casa. En mi ámbito, tener una oficina era un privilegio, que a veces tenía que ver con ser el tipo de persona que encajaba bien en el ambiente de las empresas de publicidad. Lo que no dependía de tu talento, ni de tu rendimiento, sino de compartir algo sutil, un mojo que se esperaba que el trabajador tuviera. Una tolerancia a ciertos excesos.

El uso del espacio, es un privilegio. La ciudad construye espacialmente los discursos que después se conversan desde lo político, pero antes, están ahí en los espacios que podemos o no podemos usar. Por eso para mí, el concepto clave para expresar este tipo de valor de nuestra sociedad es la palabra acceso.

Como cuando estábamos afuera de una discoteca y el bouncer te juzgaba socioeconómicamente antes de dejarte entrar, en caso de ser hombre, y en caso de ser mujer, a veces basándose en otros criterios relacionados con el sexismo.

Esa imagen, de la existencia de un criterio que permite la entrada a un espacio es el acceso.

La pandemia ha hecho que muchas personas tengan que trabajar desde casa si es que quieren mantener su empleo.

Esto ha hecho que la condición de los sin-oficina, se vuelva algo común. Por motivos de fuerza, quienes antes creían que el trabajador que operaba desde casa era una especie de sub-trabajador, ahora están en sus zapatos.

Hay mucho que se pierde en sentido de estatus cuando una persona es removida del espacio físico que su posición en la economía le otorga. De alguna manera el trabajo desde casa reduce a la persona a una verdad de ser, que está ligada a lo que su residencia dice de su lugar en la jerarquía de la ciudad.

Es ahí donde brotan luces sobre la historia de lo que construye el pacto social que permite la existencia de Quito. La forma no-evidente en la que diferentes discursos reivindicativos, especialmente gremiales, lograron atravesar la narrativa de la ciudad y situar las dignidades de trabajadores de diferentes ámbitos en el cuerpo mismo de la ciudad.

Viéndolo así, ya no era tan fácil tachar a una u otra condición de ser la guía del juicio que conducía a que un tipo de persona gozara de cierto acceso, sino más bien, se volvía visible que los criterios que articulan las relaciones y el acceso estaban entrecruzadas como una madeja de hilo. La sociedad en ese sentido tenía una imagen más caótica que lo que una ideología podía siquiera formular.

De alguna manera era la forma en la que cada individuo se conectaba con las personas a su alrededor lo que le permitía surcar los caminos de la ciudad, para poder acceder a un lugar y adquirir una dignidad.

Esa cualidad relacional de la vida contemporánea ya ha sido mencionada desde el ámbito de las artes, donde la explicación del porqué una u otra obra son celebradas, y uno u otro autor son escogidos, están conectadas a temas relaciónales, a esos puntos de contacto y a la forma en la que la personalidad de la persona construía su propia instancia de poder.

Los humanos, como los quarks, no venían en negativos y positivos solamente, sino que tenían más vectores de identidad que les permitían relacionarse con uno o con otro. Lo que iba a tener grandes consecuencias en el lugar que ocuparían en este mundo.

Santiago Gabriel Soto 

28 de Septiembre de 2020

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