Un texto breve de amor contra corriente

La mayor parte de mis amigos que se expresan sobre estos temas, le caen a patadas al romanticismo.

Del romanticismo salió el nazismo!- se podría escuchar, sin sorpresa.

Romantizar, idealizar, ideologizar, todo lo que tenga que ver con algo menos que esta porno realidad, es considerado no solamente caduco, sino también peligroso.

En la era de la información, cualquier ideal tiene rajadura y toda rajadura contiene una promesa que se rompe.

Las generaciones X e Y, como se ha dado por llamarlas, somos en gran parte identificables, como las de la decepción de la promesa del mundo teóricamente sólido que se diseñó al final de la segunda guerra.

El ideal se nos quedó corto. Nuestra mentalidad americana, tan definida por la noción de una abundancia infinita: la del continente virgen para la explotación, estalló frente a una realidad en la que el cambio climático nos hizo acuerdo de que esa precariedad de la que huyó la gente en el viejo continente, también existe aquí y con el twist de las venganzas históricas.

Qué tiempos estos para los sables y las balas.

Para darle un poco de contexto a este texto e intentar que no se chorree por los bordes de las elucubraciones futuristas, debo decir que estos días he estado pensando en esta década que se acaba.

Una década en la que vivimos dos terremotos: el de Manabí y el asesinato de Karina del Pozo: caso emblemático que nos haría dar cuenta a los quiteños, de que en esta ciudad existe un tipo de crímenes de odio contra las mujeres, que azota nuestra convivencia.

Cómo carajo llegamos a esto?

No quiero extenderme más, preferiría apuntar a una conceptualización del romanticismo como algo necesario de repensarse.

Para esto voy a tratar de hacer una relación entre una época que se definió por la obsesión con la realidad (en un contexto tecnológico en el que la máquina de los espejos infinitos, que es el internet, nos arrojó a vivir cotidianamente, con las formas más viles de nuestra humanidad) y un desvanecimiento de la idea de la validez del romanticismo como una forma de idealismo. En la época del cinismo, dejamos de creer en nuestra bondad intrínseca.

Como muestra un botón: Assange que mostró al mundo como se asesinaba a periodistas desde un helicóptero pilotado remotamente como en un videojuego, es crucificado frente a todos para que sepamos que no hay forma de cambiar la dirección que está tomando el mundo.

La dirección hacia el espectáculo de la muerte transmitida en vivo y en directo, desde todos los ángulos posibles y atrapada en la máquina de los espejos infinitos.

El romanticismo también puede ser entendido como la búsqueda de un ideal. Algo que se distancia de la realidad para trazar una dirección. Se lo puede entender como la necesidad de que exista un referente que aunque ficticio, nos ayude a intentar ser mejores que nuestros más bajos instintos.

Finalmente, creo que el Quito de la época del reggaetón es un Quito triste. Es el Quito de la chuma posterior a los años de sueños rotos. El reggaetón tiene su legitimidad y su valor, pero en el contexto de estas primeras dos décadas en Quito, hace pensar en un desplazamiento sensible de un sentido de ciudad en la que una persona pueda querer vivir.

Tanta gente se fue a refundar esta ciudad en Tumbaco!

Pero la ciudad sigue aquí- digo esto, sentado en un café, contemplando el distrito financiero, pensando en las nubes que el dinero escupe en la mente de la gente. Nubes que hacen pensar que de todo se puede huir con dinero y no hay nada menos romántico que eso.

Santiago Soto

16/12/19

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