Los problemas de la representación y el comunos

Cómo podemos abordar desde la cultura los problemas de representación que conducen a la barbarie? Desde mis días en la licenciatura, teníamos una realidad en la propia universidad que era tan guiada por anti valores, que era preferible buscar en géneros como la ciencia ficción y la fantasía que caer en el espacio deprimente de la segregación y el clasismo propios del Ecuador de los tempranos dosmiles.

Nuestra situación periférica a la cultura global hacía que la misma nos sirviera para olvidarnos de los problemas que vivíamos en la cotidianidad. El desdén que uno sentía en las interacciones con los miembros de otros estratos superiores financieramente, era tan desagradable que era preferible centrarse en los acontecimientos de la metrópoli. El discurso de la globalización prometía solucionar posmodernamente nuestros problemas de representación.

Parte de esa problemática era que la representación misma estaba encargada a la metrópoli. Así, teníamos que intentar entender la realidad de esta periferia, a inicios de este siglo, en términos de arquetipos globales. El blanco, el latino, el negro, el asiático, el hetero, el gay, el femenino, el masculino, el otro; todos ya estaban codificados esperando que nosotros los adoptáramos y explicáramos la realidad desde ahí. Como las fotocopias de los textos que hacíamos para nuestras clases.

Después de unos años, se hizo visible que el impulso de la globalización tenía límites. La meta narrativa se atoraba en sus contradicciones. El Ecuador, tan periférico e indefinible por su mestizaje, estaba a punto de desaparecer entre tantos titulares sensacionalistas, entre tanto espectáculo y escándalo. Sin embargo, no terminó de desaparecer.

Es importante que, pese a las tensiones que nos ocupan ahora, regresemos a ver a la forma en la que la narrativa de estos últimos años nos permitió sobrevivir y volver a tejer unas relaciones en los espacios geográficos inmediatos que nos devolvió el sentido de ciudadanía, de pertenencia. Las tensiones que vivimos se generaron en ese cambio de dirección de lo que yo voy a denominar el comunos.

Al cabo de este tiempo, es interesante que las narrativas globales también cambiaron. El colapso financiero en el Norte desencadenó una crisis en la cultura global que terminó despertando al monstruo del fascismo y el nacionalismo más rampante desde los días de la Segunda Guerra.
Así, no el Sur, ni el Norte, sino el Centro, no político, no ideológico, sino geográfico, se volvió un punto de equilibrio. Sobre ese centro está nuestro país.

Aquí voy a hacer una pequeña digresión y referirme al hecho de que el Ecuador se benefició, pese a que durante su historia no contó de una fortaleza militar, de la fortaleza de su mestizaje. El mestizaje del Ecuador tiene que ver con su situación de periferia, con el rol secundario que tuvo durante el tiempo de la colonia. Nuestro mestizaje atravesó también la forma en la que utilizamos la lengua y a través de la palabra logramos la narrativa de la resiliencia que ahora, si bien tensos, nos mantiene de pie.

Hay que estar de pie frente a las posiciones retrógradas y anti humanas, frente a los anti valores. Nuestra sociedad tiene la oportunidad de volver a ser Luz en esta América, pero para lograrlo necesitamos dejar atrás las taras con las que nuestros abuelos defendieron una visión de la propiedad que causó demasiado sufrimiento. Podemos superar la inequidad y la segregación. Podemos darles a nuestros niños una cancha más pareja, más humana y más verde.

Más allá de la retórica y los códigos del lenguaje, en la cercanía geográfica de nuestros barrios, podemos salir a hacer algo por desmantelar los prejuicios y así también nuestros miedos. La cabeza puede estar más ligera, el corazón más sano y los pies, más fuertes.



Santiago Soto
02/21/2017

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