Calle/Estátus/Estilo-de-Vida

Tengo treinta y dos años y soy un artista que casi vive con sus padres. Digo casi porque hay días en que ellos viven solos, en otra casa. Mi soltería, en un contexto social no-del-todo conservador sigue siendo un tanto incómoda y me obliga a intentar encontrar una forma de entender a este Quito atorado en un conflicto político desde una perspectiva propia. Trato entonces, de evitar caer en la división binaria de los bandos y observar fenómenos que logren sobrevivir la nube conformada por el debate mediático. No soy un periodista, soy un escritor. 

En este caso, mi interés surge de la sensación que he empezado a tener cuando recorro la calle en la que se encuentra el conjunto en el que vivo. He llegado a definir la calle como "de zona industrial" lo que me permite impedir que el juicio caiga, de nuevo, en un esquema binario basado en la mera estética de la estructura física de la calle. Esta calle representa para mí un mecanismo de doble sentido en el que los efectos de su aire industrial afectan, tanto la forma en la que se percibe mi estátus, como la forma en la que yo entiendo y proyecto el mismo. 

Decidí mencionar el tema de la soltería porque me parece que sirve como un dispositivo para apuntar la relación entre esa percepción de estátus (en sus dos direcciones) y los efectos que esto tiene sobre la posibilidad de situarme por fuera del estilo de vida que siento es el predominante entre mis contemporáneos. Lo que significa que si bien el ambiente en el que vivo sirve para repeler, digamos, cierto tipo de relaciones sociales que pueden devenir en compromisos amorosos, a su vez, este mismo ambiente ha hecho que yo adquiera una forma de repeler esos mismos compromisos. 

Es algo que suena más complejo de lo que debería. Sin embargo, en una sociedad que está cambiando, pese a todos los problemas que han venido con el proceso político que estamos viviendo, es importante que se generen maneras de entender los efectos que tiene, no solo sobre artistas solteros en sus treintas, sino sobre todos quienes habitamos esta ciudad, la percepción estética de tantas calles, que como la mía, dan más miedo que el que deberían. El refrán ese de que no hay como juzgar a un libro por su portada no podría ser más cierto, en este momento en el que la situación económica de muchos ciudadanos ha cambiado radicalmente a aquella que tenían hace diez años, más aún cuando se piensa en mi generación que pasó de habitar el país de la parálisis a habitar este país agitado por un movimiento, un tanto confuso, de oportunidades y obligaciones. 







Santiago Soto
08/15/14

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