Todo lo que pensé que sabía de mi generación (y otros cuentos de ficción)

Cuando estás creciendo, esa idea difusa a la que se le llama generación te atraviesa haciéndote creer que existe un nuevo estilo de vida en cuya aplicación yace la posibilidad de sobrevivir a nuestro mundo hiper-competitivo. La mía era una generación de tipos alternativos. Se castigaba la normalidad con la frialdad de la adolescencia y para cuando te dabas cuenta, ya te habías convertido en algún tipo de punk. Habías comenzado el camino hacia el street cred. Abundan los refranes de esos tiempos, todos sirven al mismo propósito: demostrar que tu irreverencia está bien dirigida, que apunta a la de esos amigos, los más cabreados, los que empuñan con más ahínco el llamado a formar parte de esa humanidad nueva.

Con el tiempo uno tiene la oportunidad de ver surgir nuevos paradigmas, los viejos refranes son reemplazados por otros: los que odiaban el fútbol, ahora lo aman, y así sucesivamente. De nuevo está ahí, la furia. Eso es lo que caracteriza a los veinteañeros, esos veinteañeros de cualquier edad que encuentran en la generación del momento el dogma, la última palabra, la palabra certera. Para apoyar ese movimiento, en algunos casos, surgen propuestas artísticas. En otros, dependiendo de los lemas que impulsan a esa tanda de individualidades, surgen propuestas empresariales, también hay las espirituales, las de salud, nuevos códigos en la vestimenta, planteamientos éticos hacia la naturaleza y los animales, hay momentos en los que la institución más grande que respalda a una generación es su decisión convencida de no hacer nada y dejar que el tiempo pase.

Es fácil criticar. Cuando se tiene el respaldo de la audiencia, cualquiera que esta sea, basta la presencia de un buen grupo de amigos, es fácil obtener el apoyo moral que se necesita para distanciarse de las intenciones que tienen quienes defienden lo que nosotros no comprendemos y augurarles el mismo fracaso con el que uno se ha familiarizado. Además, estas no son historias anónimas, tienen personajes particulares y a regañadientes tenemos que aceptar que muchas de esas críticas están destinadas a individuos específicos que nos decepcionaron. Es casi imposible no decepcionarse de quienes vienen después de nosotros. 

Por eso es que este texto se dirige hacia mi generación, porque con el tiempo nuestros discursos y poses se han ido cayendo por su propio peso. Después de todos estos años, los valores punk, han mostrado tener diferentes formas de ser aplicados, muchas de ellas más convencionales de lo que la banda sonora de nuestros veintes prometía. Tengo más contemporáneos empresarios que salvajes escritores. Muchos de quienes se jactaban tanto de entender el sistema terminaron planteando el suyo propio. No puedo negarlo, eso es lo que me tiene desconcertado. 

Porque nos siguieron hijos de padres de otra generación que la de los nuestros, padres mucho más centrados- dice mi hermano. Recuerdo a estos personajes ya metidos en su rol de adulto cuando yo seguía en el colegio, recuerdo verles y pensar, con la frialdad de la adolescencia, que todos esos padres tan ejecutivos estaban cometiendo un grave error creyendo que su hijo podría y tenía que ser el próximo Agustín Delgado (esos eran tiempos del Tin). No había forma de que yo me identificara con ellos, de que yo persiguiera sus sueños. No sé porque todo me parecía que terminaba en una casa de conjunto vía a la Mitad del Mundo, quizá por eso mismo no entendí la presión que había sobre ellos.

Han probado ser buenos maestros, esos padres, porque aunque sus hijos no se suscribieron a ese estricto régimen de vestuario al que nuestra generación nos sometió para después entregarnos de plano al escenario de los vaticinios de Naomi Klein o Noam Chomsky, sus hijos pudieron hacer perfectamente el paso (al menos muchos de ellos actúan con ese nivel de convicción). Me refiero al paso entre el adolescente irresponsable que se luce frente a sus compañeros por burlarse del inspector del colegio y el emprendedor joven que comprende que cualquiera que sea el puesto que consiga disponible, siempre se puede estar maquinando una nueva manera de endeudar al resto.




Santiago Soto
10/01/14

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