Otro Tipo de Networking

En estos tiempos en los que parece que la sociedad es manejada por esos que saben cual es la persona correcta para cada negocio, en estos tiempos en los que cada persona que conocemos puede ser vista como otro bloque en la muralla que construimos para protegernos, el viento fácilmente puede arrancarnos y arrojarnos dentro de una máquina que nadie comprende y que amenaza con devorarse a sí misma. Estos son tiempos en los que pertenecer a algo, pertenecerse a uno mismo, requiere el deseo absoluto de echar raíces en el lugar en el que somos felices.

Me doy cuenta que en mi vida, ningún momento anterior ha sido mejor que el que estoy viviendo, con excepción de mi infancia y mi infancia sucedió en este barrio. Por eso me aferro a sus calles, a sus caras, a sus historias, a sus despedidas, a sus cambios. Siento que desde el barrio, la realidad es más legible. Veo como muchos de mis compañeros de diferentes instancias de la vida batallan con los dragones que su ideología, cualquiera que esta sea, les plantean. Muchas de esas batallas nos han dejado convencidos de la necesidad de prohibir el uso del fuego. A qué cavernícola se le hubiera ocurrido que era posible la vida sin la llama de nuestro espíritu. Sin embargo, frente a los estertores de las placas tectónicas que amenazan con hacer añicos un reino que nunca existió, hay una batalla que está sucediendo y que se nos pasa desapercibida. La ciudad está cambiando.

Salí en mi bicicleta dispuesto a dejar atrás todo aquello que se despide de mí, de esa forma tan tosca, tan vulgar. Salí al parque para que se cayeran en el camino todas las broncas, las frustraciones, las franquicias, los malos amigos, los que nunca lo fueron, los momentos salados, el dulce que no hace otra cosa que empalagar y me di cuenta, que antes de todos esos dolores, estaban mis alegrías más férreas, mis agrados más profundos, el sentido de la conciencia. No es tan difícil darse cuenta que necesitamos ser fieles a algo para poder sobrevivir la responsabilidad de ser adultos. Las calles que conducen a mi casa son frías, pero abrazo sus rincones, aún cuando me han visto regresar tantas veces derrotado. Este es un lugar nuevo, es mí lugar y solo yo, podré contar su historia.





Santiago Soto
09/25/14

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